lunes, 7 de marzo de 2011

2011 Campos de Refugiados Pueblo Saharaui, Tinduf, Argelia

28 Febrero 2011, Maratón del Sáhara (13)

Afronto este reto con la incertidumbre que un maratón en el desierto puede suponer, con la desconfianza de convivir una semana en los campos de refugiados compartiendo comida y techo con mi familia de acogida, pero con la gran ilusión de ver a mis niñas que, desde hace 5 años, nos regalan con su presencia cada verano dos meses de maravillosas alegrías y experiencias inolvidables.

La vida en los campos es dura, muy dura. Las condiciones de vida son, como me dijo un saharaui, no tercermundistas sino peores. Sin posibilidad de labrarse su propios alimentos. Viven de las donaciones de distintas Ongs y lo que aporta la ONU en sus programas de ayuda a los refugiados. Viven en la provisionalidad desde hace 35 años y, desde entonces, esperan un referéndum que les devuelva a la tierra que le usurparon los marroquíes con el beneplácito del gobierno español de la transición.

Los campos de refugiados carecen de los más elementales y básicos servicios necesarios para una convivencia digna. Escuelas miserables y carentes de materiales mínimos para una digna educación, carencia de medidas sanitarias elementales y básicos medios para que los niños puedan disponer de una educación mínimamente cualificada.

Imposibilidad de crear o desarrollar ningún tipo de agricultura o base industrial ya que, por un lado, están en un territorio prestado del que no pueden disponer, y por otro lado, las condiciones del terreno seco y arenoso y la carencia de agua hacen imposible la vida vegetal.

A pesar de todo, es un pueblo solidario que comparte sus escasos recursos con el resto de vecinos. Que dan al visitante lo mejor de sus escasas despensas y le ofrecen sus mejores estancias y mantas para dormir.

No obstante, yo he disfrutado, durante una semana, de la compañía de mi familia saharaui. He convivido con ellos, compartiendo su comida, su haima, cantos y bailes hasta altas horas de la noche, he dormido en el suelo como ellos, he participado en el ritual de la preparación y la toma del te (siempre tres vasos, el primero amargo como la vida, el segundo dulce como el amor y el tercero suave como la muerte), hemos paseado por el desierto, he visto ponerse el sol sobre las colinas de arena y he visto en la más absoluta ooscuridad de la noche, como esa tierra hostil y seca se cubría, cada noche, con un precioso mando de millones de estrellas.
Al final, cuando llega la hora de partir, no queda nada de aquellos temores iniciales si no una gran admiración por esta gente, su amabilidad y su paciencia. Partimos con la tristeza de dejar a nuestras niñas, Mariam, Ftaim y Mnabuha sumidas, de nuevo, en la miseria que les ofrece el desierto y con la esperanza y la promesa de volver algún día a compartir de nuevo las mismas experiencias, ojalá sea pronto, ojalá sea en su tan ansiada y añorada tierra.
Ojalá pudiese abrazarlas cada día
El Maratón, bueno, eso no tiene importancia, sólo es un maratón más.
Recorrido maratón: 10
Participantes: 144
Organización: 10
Público: 10
Campos: 10
Mi marca: 4hr.06' 54"